En Bitnus no hay intercambio de fluidos o de abrazos. Es la historia de una mujer y un hombre que se encuentran, tienen sexo pixelado, conexión virtual.
Está sonando. Escuchó la señal. Voy corriendo desde la cocina. ON . Conectar. Ahí está. Él. Me vuelve loca. Mi chongo, siempre dispuesto, siempre caliente, siempre en presente. Con el no hay pasado ni hay futuro. Es pura puesta en escena. Placer. Mirar. Ser mirada. No hay recuerdos ni proyectos. Para encontrarme con él no necesito ni preservativos ni perfume: Bitnus es una versión del amor, virtual. La obra nos enfrenta al nudo de posibilidades que el amor nos presenta en el siglo XXI. La imagen como principal carnada. La sexualidad misma como una puesta en escena. Lencería hot, pestañas como agujas, hebillas como espinas, el sexo como danza y el amor como desencuentro. Sexchat, chemsex, chaturbate. Eróticas idealizadas, narcisistas, pulsiones desenfrenadas y el mandato de gozar. Bitnus desconcierta pero al mismo tiempo nos convoca, nos identifica. A quién no le pasó alguna vez. Es el amor como una categoría más de la pornografía, la búsqueda del placer como un espejo virtual del amor.
La obra está basada en el libro homónimo de la escritora Luz Pearson, quien cuenta sobre ese pasaje del libro a la puesta en escena, traducción de la palabra pura al cuerpo: “El libro BITNUS tiene vida propia, me da mucha felicidad eso. Es un libro mágico, hay libros relojito, libros biblia, libros iching, este tiene magia, te pasan cosas, le pasan cosas en el cuerpo a la gente al leerlo, a mi me pasaron cosas al escribirlo. Y esto está en la obra, la puesta es una traducción que siento muy acertada porque en un cruce con otros lenguajes, se cuenta en escena esa historia con una belleza bestial y sigue teniendo magia: a la gente le pasan cosas al verla, es muy conmovedor eso, se la apropian, es su experiencia. A mí ver la obra me coloca en ese estado en el que estuve cuando escribí el libro, me gusta volver ahí. La obra abre el libro, lo expande, siento que acá es donde tengo que estar, impulsando la maquinaria para que BITNUS siga hablando.”
Carla Pezé Di Carlo, maravillosa bailarina, es la única sobre el íntimo y cálido escenario. La acompañan una señal, biiip, cuando él la llama, y su voz, la de su macho. Fauno lo llama Pearson. Ella – yo, vos- se acomoda, contenta, buscando el lugar preciso, y cómodo, donde la webcam revele ese escorzo del cuerpo donde a veces, por largos minutos, se concentra el amor. Gemidos, voces que luego, ante la demanda de un encuentro real que nunca llega a concretarse, se transforman en suspiros, en gritos, soledad. Tal vez, eso es lo que ella buscaba: “Sostengo dos estrategias para el amor: amar de más, o huir. Despliego ambas contra mí”, escuchamos.
Cómo es poner el cuerpo, armar, contar con el propio cuerpo una historia de dos, de varios, de encuentro y desencuentro, de búsquedas y pérdidas? Dice Carla: “Siento empoderamiento, en el movimiento, en el erotismo, en la vulnerabilidad, en el dolor, en la pulsión y en la superación de esta mujer. La obra fue desde un comienzo una oportunidad como intérprete a buscar zonas profundas y difíciles de alcanzar. Lograr entender al personaje y sus acciones no era lo suficiente para lograr entrar a cada estadio dramático, fue necesario abordar caminos diferentes en la creación. Fue así como conocí Jon Moi”.
Relación mediada por un módem, en Bitnus no hay intercambio de fluidos, de salivas ni de abrazos. Es la historia de una mujer y un hombre que se encuentran, tienen sexo pixelado, conexión virtual: “El fauno me coge. El fauno me coge cada vez que yo quiero. El fauno nunca me dice que no…entre el fauno y yo no hay amor. Ni una pizca.”
La puesta en escena es mínima y certera, como la relación que interpreta, o mejor dicho, como la situación de la mujer devenida hembra, bailarina atrapada en su propio cuerpo, larva a punto de metamorfosear en mariposa. Es una escenografía perfecta: un gran nylon como capa, que cubre, protege y vela. Plástico, transparencia que hace de membrana para esa mujer de sensualidad histérica que vive todo el tiempo al borde, en un borde. Casa, amparo pero abierto, frágil, permeable a la mirada del otro.
Cuenta su director Magy Ganiko: “Cuando me propuse llevar a cabo la tarea de llevar ‘Bitnus’ a la escena, sentía que el personaje principal era una mujer partida en dos, una que deseaba amar y otra que dañada se cobijaba en su avatar “Bitnus” huyendo a todo trapo de aquello que destilase esa melaza, tratando de crear una burbuja de sexo puro con su par pulsional, el Fauno.
En un principio, pensé realizar una instalación escénica a base de la técnica de “videomapping” para las escenas de los chats, pero eso resultó costoso para el magro presupuesto que teníamos, así que recurrí a un minimalismo extremo, utilizando solo un fino plástico que partía la escena en dos mundos, correspondiendo a los espacios psíquicos del personaje. Tanto la puesta de luces las voces en “off”, la música, la danza y las conversaciones por chat, debían funcionar en un delicado ballet rimando y “ritmiando” el conjunto, como una poesía visual y sonora. Sabía que lo más difícil sería traducir lo que no estaba escrito, aquello que leyendo un libro va dibujando imágenes, voces, y una relación tan especial de tiempo-espacio en el imaginario del “leyente”. Uno de mis desafíos entonces, era crear la sensación en el público de estar asistiendo a un espectáculo íntimo, secreto, como cuando se lee un libro bajo la luz de una lámpara en soledad. Otro de los desafíos fue el de encontrar a la protagonista, ella debía ser permeable a la escritura corporal y a la palabra dicha del texto, ya que había decidido que todos los personajes a excepción de uno, eran ella. Esto requería entonces de la intérprete, la capacidad de desarrollar una amplitud de registros para entrar en los diferentes roles de personajes que plantea la obra. Carla Pezè Di Carlo, demostró estar a la altura. Otra persona clave para que el armado avanzara como mayor claridad, fue mi asistente Zahira Oses, que no solo resultó ser una excelente profesional, sino que también aportó su voz y su musicalidad. Para cerrar, quisiera decir algo sobre el tratamiento temático de la obra que más allá del amor y el sexo en la era tecnológica, se devela con ese tan bien logrado final en el libro donde el blanco de la hoja potencia las pocas palabras escritas y que presagian la soledad elegida del personaje. Pero el tema no es el camino de la soledad. El tema es la valentía y decisión de saltar para sumergirse en la oscuridad que todo ser-humano debe atravesar hallando sus propias respuestas para seguir creciendo. Bitnus es una obra que habla sobre el coraje de soltar y saltar sobre nuestros propios límites”.
La obra construye una poética de la histeria: ”Al fauno no lo anhelo. No me inquieta. El fauno es certeza.” La certeza, efímera, de la actriz, nos vuelve a los espectadores como duda, incertidumbre, pregunta. Porque ante la certeza de que lo que es, la fuerza del deseo que se calma y colma así mismo Bitnus traza un paisaje con distintos momentos. La histeria se pulveriza, y en ese juego de aparecer-desaparecer, conectar-desconectar, interrumpe la duda del amor con toda su incertidumbre, sus flujos y su magia.
“Te quiero” es la mejor manera de decir adiós. Te quiero. Apagar.
Textos de Luz Pearson. Actúa Carla Pezé Di Carlo. Voz en off de Zahira Oses. Vestuario de Andrea Mineko. Iluminación de Giorgio Zamboni. Escenografía de Nana Simone Micheli. Dirección Magy Ganiko. Producción Cia. Magy Ganiko. En el Centro Cultural Borges. Sábados 20.30 hs
FUENTE:
https://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/179927921985/poner-el-cuerpo
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