Bitnus, arte subyugante – por Gustavo Friedenberg

Gustavo Friedenberg escribe sobre la obra Bitnus que estrenamos en septiembre 2018 en el Centro Cultural Borges.


De uno de los artistas más sugestivos de Buenos Aires, surge una pieza única e imperdible.

Magy Ganiko es un creador tan talentoso como intrigante. Ser hijo de japoneses, nacido y criado en La Boca, casi 20 años vividos entre oriente y Francia, y haber sido discípulo e integrante de la compañía del legendario Kazuo Ohno, fundador de la danza Butoh, seguramente le confieran ese aire de misterio y sabiduría que se transfiere a todas sus producciones.

En el caso de Bitnus, su puesta más reciente, se suma cierto carácter performático que produce la extraña sensación de estar fuera y dentro de forma intermitente, pero que construye, en ese salir y entrar, un mundo de ficción compacto y envolvente. Con pocos pero logrados elementos escenográficos, una sutil banda sonora que juega en directo con las voces del propio Ganiko y de Zahira Osés y un excelente diseño de luces –Giorgio Zamboni hace magia con los escasos recursos de la sala- el artista construye un mundo hipnótico y mutante, transportando al espectador a través de distintas experiencias de ensueño, comparables a la acuosidad del océano, o la densidad confusa de una nube.

Sin embargo, estas sensaciones se ven permanentemente interrumpidas, como quien recibe un llamado justo en lo mejor de un sueño. Y la sutileza onírica se retira para presentar escenas de sensual erotismo, en las que el logrado vestuario y estilismo a cargo de Andrea Mineko juegan un rol fundamental. Carla Pezé Di Carlo es una intérprete magnífica y feroz, que dice y vuelve movimiento los intensos textos del libro homónimo que escribió Luz Pearson, y dio origen a la pieza escénica.

Bitnus es de esas obras de las que no se puede contar mucho, porque parte principal de su riqueza radica en la imagen y la experiencia teatral directa, pero sin dudas es de aquellas producciones que hacen una diferencia entre teatro bien hecho y arte subyugante.

FUENTE: SobreBUE https://www.sobrebue.com/visorNotaHtml.php?idNota=2366

EROTISMO Y SEXUALIDAD EN BITNUS

La compañía Magy Ganiko propone con Bitnus, espectáculo presentado en el Centro Borges, una especial relación entre música, danza y poesía. Inspirado en el libro homónimo de la poeta y dramaturga Luz Pearson se concreta como
“Una experiencia visual –escénica sobre el universo íntimo-erótico de una mujer joven. Una obra de danza en la que el deseo femenino es el protagonista. Una mujer ante su deseo, su instinto y sus encuentros sexuales ocasionales, con el Fauno, para anestesiar sus temores al amor, los vínculos estables y el vacío cotidiano” (Informe de Prensa).
Pero también se abre a otros cuestionamientos, tal como surge del debate con el público realizado en una de sus funciones:

 1) Cómo funciona el deseo en la intimidad y como opera el deseo del otro en las relaciones desde una perspectiva de deconstrucción de la violencia en la vida cotidiana y micromachismo.

 2) Que del poder sobre el otro es lo que modifica o conmueve.

 Para os creadores el tema – la manera de asumir la palabra y el deseo de la mujer- reviste una importancia esencial, de allí la detallada sinopsis que elaboran.

En el cuerpo partido de una sola intérprete, Carla Pezé Di Carlo, Bitnus cuenta las relaciones amorosas de una mujer casi bipolar que vive en dos ´Ella´. Una se encuentra con un hombre en el espacio de un chat, tienen su relación sexo amorosa casi totalmente a través de la pantalla y una cámara, son voyeristas, se ven, se leen, ¿se tocan? Comunicación caliente que de a poco la consume, gasta sus ganas de amar. La otra ella es Bitnus, su alter ego, una mutación en ser mitológico, su autodefensa. Bitnus, no ama, ella convoca al Fauno, y así borra todo rastro de dolor: ´si deseo Fauno pido Fauno. Cuando no amo, me obedezco´.
 Pero no sólo ofrecen un resumen, sino que sus creadores explicitan su propio comentario

El libro pelea una batalla por sentir el cuerpo pixelado, la obra se sitúa entonces entre dos cuerpos, el real y el virtual, líneas nebulosas de una frontera confusa que construimos en una escenografía alucinatoria, lumínica, juegos mentales de distancias y colores. En un cuarto despojado como una hoja de papel, el lenguaje verbal y físico es directo y altamente poético, se escriben otras formas de rimar el movimiento. Nuestras contradicciones al encontrarnos se manifiestan en el cuerpo, sudamos, nos retorcemos en la búsqueda del otro idealizado: “Hola, ¿estás? ¿No?” La obra habla del vacío, del estar conectado pero no con uno mismo. Fauno o chatero, ella corre riesgo de dejar lo único que importa, su propia señal.
Este espectáculo ofrece interesantes aspectos. Uno de ellos es la integración del tiempo mítico con el propio de la era tecnológica, el primitivo universo dionisíaco y una globalizada contemporaneidad. El otro punto para destacar es el modo en que confluyen tres culturas diferentes para resignificar el deseo, la seducción y el sexo: la griega, la japonesa y la afro. El Fauno impregna el texto de Luz Pearson; el mundo japonés y lo dionisíaco es sugerido desde el vestuario de Andrea Mineko: un estilizado kimono y un aditamento fálico visten en distintas instancias el de la actriz y bailarina Carla Pezé Di Carlo cuyos desplazamientos coreográficos subrayan la presencia de esos diferentes universos culturales; su ductilidad y destreza hacen que de su cuerpo emanen vibraciones propias de diferentes estados de conciencia. Zahira Osés, a travezde la voz y el canto enmarca e impregna el espectáculo con notas que ascienden, descienden, juegan con variados agrupamientos rítmicos, aceleraciones y momentos de calma.

 El diseño escenográfico y la dirección a cargo de Magy Ganiko ejemplifica cómo este multidisciplinario creador (coreógrafo, director, bailarín, perfomer, artista visual) puede hacer convivir barroquismo y minimalismo: transparencias que ocultan y revelan, opción por los claroscuros en diferentes secuencias (fundamental es la precisa iluminación de Giorgio Zamboni) y desplazamientos en un espacio despojado. Es precisamente su trabajo con el espacio el que encuadra el eje sexualidad- erotismo- placer, y la danza reúne un ritual sagrado y profano y la proximidad con los espectadores convierte a estos en una especie de coreutas participantes.

 Creo que es posible entender esta propuesta desde alguna de las ideas de Georges Bataille (La felicidad, el erotismo y la literatura, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2004): el placer humano sólo puede existir en una situación irregular en la que las prohibiciones se rompen; hay una exaltación de la sexualidad, pero no sólo rudimentaria sino erótica porque se pone en cuestión la vida interior (pp. 338 y siguientes), el dominio de lo prohibido coincide con el dominio sagrado, “Esencialmente aquello que alcanzaba la regresión ritual de la prohibición (pp. 378 y siguientes).

Los principios de la danza butho (de cuyo creador Ganiko fue discípulo) se hacen presente: el cuerpo de la bailarina con sus movimientos sexuales y espasmódicos revela lo subconsciente, la animalidad (“no sólo somos humanos”) pero al mismo tiempo la posibilidad de la catarsis (“Es el alma la que danza, el cuerpo le sigue”).

  Deseo de lo sexual, pero también reflexión sobre la libertad de elegir, sin ataduras que lesionen o limiten su propio espacio: pulsión y razón. De allí la aplicación de la metodología Jon Moi (“libro-danza”) –método de trabajo en danza que Ganiko desarrolla en su Espacio Utaki desde el 2012-: un cruce entre la palabra y la danza como dos materialidades del cuerpo, exploración de los estratos más íntimos, traducciones y reescrituras.

www.goenescena.blogspot.com.ar

 Año III, n° 151

pzayaslima@gmail.com 

Fuente:
http://goenescena.blogspot.com/2018/11/erotismo-y-sexualidad-en-bitnus.html

Bitnus por Mariela Alejandra Mazza

El siguiente artículo fue escrito por Mariela Alejandra Mazza en el marco de las actividades propuestas por el Seminario de Periodismo de Danza O


Con una perfomance de especial conformación escénica, se presenta Bitnus los sábados a las 20.30 en el Centro Cultural Borges. El despliegue actoral de Carla Pezé Di Carlo, bajo la dirección de Magy Ganiko, recrea un universo fantástico de entrecruzamiento ficticio entre la palabra y el cuerpo.

Fotografía / Gentileza de prensa
La puesta en escena pone de manifiesto un contexto poético donde la representación actoral y dancística son de efectiva destreza exegética. De aquí que la expectación tensa del público resulta de la interpelación semántica de cada elemento interpretativo, ya que Bitnus, inspirada en el libro del mismo nombre (Luz Pearson)se encuentra repleta de elementos significativos tales como la evocación continua del Fauno, ser mitológico caracterizado por su lascivia. 

A saber, el Fauno se vuelve su alter ego: Cuando no amo, me obedezco. Pero en el límite del deseo y la voluptuosa sexualidad, ella ama con una fragilidad manifiesta. Le urge el amor y en aquel verbocentrismo se estructura la visión empática del espectador como efecto ilusorio del amor real. La lógica performativa eficaz de la obra opera con habilidad a través de nuestros cuerpos.  
También es importante destacar cómo el sonido es movimiento y crea un espacio ficticio en la puesta de Ganiko. La ilusión audiovisual produce un sonido como valor añadido, en cuyo sincretismo de imagen y sonido, se revela el nivel más primitivo de eros. Así, el abismo erótico del cuerpo en la poesía pagana de Bitnus invita a la interiorización de emociones varias, para atravesar heróicamente el origen del amor. Porque tal introspección sensorial interpela cuestiones acerca de la idea de mujer en sus relaciones amorosas y en el contexto social actual.
La sociedad contemporánea necesita de modificaciones en los valores. En efecto, y siguiendo al pensador Cornelius Castoriadis en su libro Ventana al caos, “estos valores no son dados por una instancia externa, ni descubiertos por la sociedad en sus yacimientos naturales o en el cielo de la Razón. Son creados por cada sociedad considerada, como núcleos de su institución, referencias últimas e irreductibles de la significancia, polos de orientación del hacer y del representar sociales”.
Desde esta perspectiva, la cultura asume representaciones de su funcionamiento y advierte nuevas disposiciones valorativas entre los actores sociales que conforman la interpretación de Bitnus, como ventana al mundo, para la asunción de la palabra y el deseo femenino.

Fuente: http://danzaycomunicacion.blogspot.com/2018/10/bitnus.html

Bitnus: La otra cara del deseo, en ANred

Bitnus logra, con una estética que entreteje la danza y el diálogo, desnudar los tabúes de una sociedad que silencia al sexo y en especial al deseo femenino. El sexo reprimido estalla en la intimidad de una relación virtual, donde la mayoría de las veces el otro es un ideal, una proyección perfecta de nuestro deseo. La obra está basada en el libro homónimo de Luz Pearson, que relata las experiencias amorosas de una mujer desde una perspectiva que da vuelta el sexo machista para mostrarnos la otra cara del deseo.  Se presenta todos los sábados 20.30 horas en el Centro Cultural Borges, Viamonte 525, CABA. Por ANRed.


La obra experimenta con los sentidos. Texturas transparentes descubren un relato desprendido de los tabúes que limitan al sexo. En la intimidad no hay barreras que nos impidan sentir el amor y el deseo. Y hablar de eso. Es entonces que una historia de atracción irrefrenable se desarrolla en un espacio escenográfico donde predomina el erotismo como programa estético y temático.

Música en vivo, voces en of que entablan diálogos con la protagonista y la danza continua y sugestiva dan forma a Bitnus. La obra nos muestra la seducción y el deseo desde otra perspectiva, no la del fauno, macho omnipotente legitimado y alentado por esta sociedad patriarcal, sino la de ella, la ninfa, la mujer deseante y poderosa. Su autonomía y su fuerza, es otra de las temáticas puestas en escena.

Bitnus sabe mantener una intensidad que arrastra consigo las impresiones del espectador. Los sonidos y la música terminan por completar el viaje hacia lo privado. La estética es protagonista, los diálogos y el argumento complementan. Carla Pezé Di Carlo es quien se lleva las miradas y emprende solitaria una narración desde el cuerpo y la voz. Con una performance sobresaliente, interpela al público hablándole, mirándolo, aunque las voces que contesten provengan de cualquier parte. Polifacética, atrevida e inquieta, interpela el sentido común, el pudor y la decencia de quien la escucha.

 

Fuente: http://www.anred.org/?p=103202

Una ceremonia sacra que devino en celebración, por Hugo Beccacece sobre ZonaZero

Una ceremonia sacra que devino en celebración

Por Hugo Beccacece, Suplemento Ideas, Diario La Nación, 28/05/2017

Todo empezó en una tintorería de La Boca hace muchos años. El domingo pasado, la Fundación Proa desbordaba de público que quería ver la performance Zona Cero, del coreógrafo argentino japonés Magy Ganiko, inspirada en la muestra de Yves Klein. Muchos no pudieron tener acceso a la sala donde se desarrolló la actuación. Ganiko creció en La Boca y sus padres, llegados de Okinawa a la Argentina en 1954, abrieron una tintorería que todavía existe a la vuelta de Proa. Magy se interesó por la danza desde chico, pero quedó muy impresionado cuando vio bailar a Kazuo Ohno, el creador de la danza butoh y se fue a Japón a estudiar con él. Comenzó así una formación y una carrera internacional que lo llevaron a quedarse siete años en la tierra de sus ancestros.

La performance de Proa se inició en la vereda. Desde la calle, el público podía ver a Ganiko a través de la fachada de vidrio, sentado en uno de los peldaños de la escalera que sube al primer piso, y escucharlo por medio de un amplificador. El performer leyó un extracto de Stalker (La Zona), el film de Andrei Tarkovsky, un fragmento de Kenzaburo Oé y un texto del propio Ganiko. Después, seis bailarines-actores bajaron envueltos en una vestimenta parecida a la de los yudocas, y salieron a la vereda, donde dieron comienzo a sus evoluciones. Luego volvieron a entrar y el público los siguió a la primera sala de la muestra de Klein, donde el sexteto se acostó boca abajo sobre el piso mientras los espectadores circulaban al lado de ellos para pasar a la segunda sala, donde se desarrollaría la parte central de la experiencia. De pronto, Ganiko detuvo el flujo de los asistentes con una severa cita de Tarkovski: “Éste no es un lugar para paseos. La zona exige que la respeten, de lo contrario castiga. En la zona, el camino más corto puede ser el más peligroso?”.

El centro de “la zona” estaba ocupado por un amplio rectángulo de polvo de color azul Klein. Alrededor de él, los oficiantes bailaron una danza de inspiración butoh. Al principio, no fue fácil penetrar en el clima entre dramático y sagrado del baile, pero poco a poco la belleza, el dramatismo de las imágenes y la alternancia de música oriental y silencio cambiaron la actitud de la concurrencia, quebrada ¡ay! por los balbuceos de dos niñas de ¿dos años?, a upa de padres que aspiraban a cultivar precozmente a sus retoños para tortura del resto del público.

Uno de los bailarines, León Apolinario, bailó un hermoso solo que alcanzó su pico de imprevista tensión cuando se acercó a una de las sonoras niñas y fijó sus ojos negros en ella con una intensidad hipnótica, pero no amenazante. La niña se llamó a silencio. No lloró, pero cuando no pudo sostener más ese taladro óptico, dijo en un susurro: “Mamá” y calló.

Por último, los seis bailarines se sentaron alrededor del estanque azul Klein, en postura de flor de loto. Uno de ellos, Guillermo Calipo, de pronto, cantó con una voz bellísima una improvisación basada en “Lacrymosa” de Dmitri Yanov-Yanovsky. Después todos pronunciaron “om”, el célebre mantra, y quedaron en sus lugares en un profundo silencio que contagió a toda la sala. El silencio detuvo el tiempo, lo fijó en una calma excepcional. Nadie se movió de su sitio. Los bailarines, con lentitud, se fueron elevando, casi como si se desplegaran. Seis muchachas habían prendido en las espaldas de sus chaquetas sendos hilos que sostenían globos azul Klein. De modo sorpresivo, se oyó como un intruso Danubio azul, el vals de Strauss. Los bailarines orientales se convirtieron en vieneses y sacaron a bailar a mujeres del público. Con la música de Strauss, todos salieron a la vereda y lo que había sido casi una ceremonia sacra devino en una celebración occidental.

Del conjunto que realizó la actuación, integrado, además de los mencionados, por Lucas Maíz, Joseph Velasquez, Hugo Falcón y Guillermo Zamboni, el único integrante con formación de bailarín profesional es Apolinario; Calipo, por su parte, es un cantante de ópera que ha actuado en los ciclos de Juventus Lyrica y jamás había bailado. Maíz se formó y trabaja como mimo desde hace quince años; Giorgio Zamboni es un joven teatrista romano, que tampoco se dedica a la danza. “Magy me entrenó durante tres meses para que hiciera lo que hice”, comentó Calipo.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/2027173-una-ceremonia-sacra-que-devino-en-celebracion

“Lo mejor que se puede hacer frente al odio” por Dulcinea Segura Rattagan

PH: Alejandro Gonzalez
Foto:: Alejandro Gonzalez

El 14 de mayo hicimos una función de Tintorería Tokio en el Galpón de la Mujer Originaria, en exEsma.
Aquí, una reseña de la obra esa tarde por Dulcinea Segura Rattagan.

“La pieza que dirige Magy Ganiko con su compañía es una propuesta migrante. Siempre en movimiento, se desplaza dejando sus rastros por distintos espacios que la reciben en puntos dispersos de la ciudad.
Esta vez le ha tocado un lugar muy inhóspito. El monumento a la mujer originaria en el espacio de la ex ESMA. Un galpón frío con un trasfondo tétrico donde el grupo intenta da calor con la danza de sus cuerpos.
La gente se va acomodando mientras recorre con la mirada las cosas acumuladas en el lugar. Esculturas, fotografías, hierros, sillas, objetos desparramados. Un camino de llaves ocupa el centro de la escena y es allí donde se concentra la atención.
Utilizando las propiedades espaciales, los intérpretes asoman desde una baranda del piso de arriba y nos gritan su moción. Empieza el recorrido de esta puesta nada convencional donde los cuerpos se entrelazan, amalgaman y distancian. Pedazos de muñecos los entretejen como partes perdidas de ellos mismos.
Hay un montículo de ropa, hace frío, se oyen aviones a lo lejos. Se recrea una atmósfera sórdida que sostiene al espectador casi contra su deseo.
Los intérpretes danzan, hablan, se encuentran y desencuentran. Pisan la tierra alegremente, se mojan, asedian a uno de ellos. En ese devenir se violentan hasta la tortura, que no podría ser más presente en este espacio oscuro plagado de gritos en sus muros. La danza butoh trae las ausencias.
La obra es tremenda en este espacio tan difícil y cruel. Pero lo mejor que se puede hacer frente al odio de estos crímenes es plantar la potencia creadora del arte y de la vida.
Toda la fuerza del amor que anida en una danza compartida cayó sobre ese galpón frívolo esa noche.”

»Leer la nota completa en http://craneapolis.blogspot.com.ar/2016/05/tintoreria-tokio.html

Sobre Tintorería Tokio y los hilos que compartimos – comentario de Alejandro Viniarsky

En el barrio de la Boca en el teatro Brown, ubicado cerca de la frontera que separa los territorios de la capital federal de la provincia de Buenos Aires, una obra de danza teatro“Tintorería Tokio”se hace cargo de realizarse sobre el lugar que le toca.Estar caminando sobre los bordes del realismo,de la realidad y pasar inmediatamente las fronteras del centro histórico del país y de las obras tradicionales./Alejandro Viniarsky

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Ir hacia zonas donde aquello que comprendemos por real, desde nuestra costumbre no pensada, es destruido para poder ser otra realidad. Una Tintorería que se arma y se desarma. Espacio de incertidumbre. Una obra de situaciones que devienen en otras. Estallidos permanentes. Lentitudes imprevistas. Bailes, búsquedas, encuentros repentinos. El cuerpo que quiere ser otro y otro. Fragmentos de objetos atados a un hilo compartido.
No hay nunca una totalidad completa. ¿Qué es lo que nos falta completar?. Una pista puede estar en aquellos objetos que antes lo vemos en lo cotidiano con una normal indiferencia, ahora persisten en tener otras significaciones. Son reveladoras, por debajo hay recuerdos históricos, silencios que quizás lo tapábamos porque mejor no meterse a pensarlo, no nos conviene o mejor reducirlo a: “Por algo será”.
Ante este eje de nuestra historia y cultura argentina, Tintorería Tokio plantea un cómo llegar a comprender desde un nuevo origen, que nos libere del hermetismo en que podemos estar: Multiplicidad de miradas en el espectador con las que tendrá que reconstruir aquello que queda inconcluso o negado en nuestra cultura e historia argentina de dictaduras militares, donde desaparecieron los cuerpos o fueron inmovilizados, callados, por una música rutinaria.
El público al comenzar la obra tiene ubicación desde distintos puntos de vista para situarse con lo que acontece en la obra. Estamos adentro de la escena. Esto ya nos compromete de entrada. Hay que reaccionar, exigir la mirada, elegir donde, y no descansar. 

El llamado está a encontrarse provocado, intenso y queriendo ser.

»»Leer la nota completa en Radio Puerta Beat.

 

 

El ser y sus máscaras » reseña de Tintorería Tokio por Hermosos Perdedores

Reseña Tintorería Tokio» El ser y sus máscaras

por Hermosos Perdedores

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Obra intensa y poética de danza teatro que toma del lenguaje de la danza contemporánea y el butoh las herramientas para hablar de la identidad, la construcción de quien somos y los lugares comunes en que nos refugiamos para no enfrentar el reto. Una sociedad alienante que arrasa con el individuo para transformarlo en masa, número, engranaje. Y de como un cuerpo sin historia ni pasado esta dispuesto a encarnar el prejuicio y, en pos de pertenecer, llegar a los límites de la crueldad.
Dirigida por Magy Ganiko, que interpreta en la obra el papel de director de la puesta, haciendo de si mismo pero con guiños a la mirada argentina sobre la comunidad oriental, cuenta la historia mas con imagenes que con texto logrando un efecto perturbador en el espectador, que recibe sin mediación el mensaje. Un gran elenco en el que se destacan la expresividad de un conmovedor Alex Ferrario, y la excelsa gracia bailarina de Igor Numa, en coreografías plenas de arte y poesía, nos hablan de los desaparecidos y de esas ropas acumuladas que ya no se retirarán. Esas prendas que son el símbolo de lo arrebatado, del cotidiano destruido a la fuerza, de la ruptura del contrato social que precisa, para continuar, de una sociedad con cuerpos escindidos y ciegos, que piense en términos individuales por sobre el paradigma colectivo.

La música, con Palito Ortega como símbolo de los artistas oficiales en epoca de dictadura y una escenografía con los pañuelos blancos de Las Madres, expresa contexto y toma de posición a la vez, para llegar al espectador de modo sutil. Porque un pueblo que no aprende de su historia, esta condenado a repetirla.

Fuente: https://www.facebook.com/505083419544654/photos/a.514302505289412.131128.505083419544654/1121294277923562/?type=3&theater

Hernán Peyric de la Revista AnemixD sobre Tintorería Tokio en el Teatro Brown

“Al ir a un un teatro antiguo en el medio de la Boca, uno ni se imagina la magia que puede llegar a ver cuando se abren las puertas para ingresar al salón de entrada del teatro, ya que en momento que se ingresa al teatro comienza la función. Es una obra poco convencional, desde el momento que uno como espectador “espera ser espectador” y termina siendo parte de la escenografía y de la misma historia.

En la obra, se mezclan elementos de danza contemporánea y danza butoh, se mezclan elementos de la cultura japonesa y la cultura argentina, y la mezcla termina siendo una excelente combinación para terminar contando una historia de “prendas que hablan”.” / hernán Peyric 

»»Leer la nota completa, acá

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